HOMBRES DE LA COMUNIDAD

La crisis actual del ministerio eclesial no se reduce exclusivamente al problema del celibato, sino que es una verdadera crisis de identidad. La Iglesia es esencialmente misionera, y el ministerio debe serlo tambi&eacuten, evitando reca&iacutedas en concepciones religiosas precristianas de &ampquotmediadores sagrados&ampquot, que atentar&iacutean contra la unicidad de la Mediaci&oacuten de Jesucristo, tal como la afirma el N.T. Las iglesias del N.T., con sus lecciones de pluralidad y creatividad y con su af&aacuten de ser comunidades &ampquotde contraste&ampquot por el modo ev&aacutengelico de ejercer la autoridad, dejan a la Iglesia de hoy una enorme libertad para configurarse. La Historia de la Iglesia muestra, a la vez que una necesaria estructuraci&oacuten del ministerio, una progresiva clericalizaci&oacuten del mismo que debe ser hoy superada, sustituyendo el binomio cl&eacuterigoslaicos por el de comunidadministerios. Del estudio de amigos N.T. e Historia saca el autor unas conclusiones sobre la responsabilidad y la libertad de la Iglesia de hoy, a la que Dios no ha pretendido poner trabas en la tarea misionera que le ha confiado. Si en el siglo III dijo alguien que hab&iacutea llegado la hora de pasar &ampquotde la claridad a la tradici&oacuten&ampquot, hoy vuelve a ser hora de pasar &ampquotde la tradici&oacuten a la claridad&ampquot, lo cual implica el paso de lo personal a lo servicial, de lo clerical a lo eclesial y de lo vertical a lo colegial. Porque el modo interno de estructurar la Iglesia se refleja despu&eacutes en la postura de &eacutesta ante el mundo y as&iacute, una Iglesia que haga consistir sus ministerios en la sacralizaci&oacuten, la distancia o el autoritarismo, se comportar&aacute despu&eacutes ante el mundo como sacral, distante y autoritaria. Pero para llevar adelante estas tareas se necesita una aut&eacutentica &ampquotespiritualidad del ministerio eclesial&ampquot, que el autor califica como una espiritualidad &ampquotde la entrega&ampquot y que cree ver insinuada ya en la Segunda Carta de Pablo a los Corintios.